Para mí Lorenzo Caprile es más que un «modista», pues así se define él. Lorenzo Caprile fue mi profesor en el Máster de Comunicación en Moda y Belleza Telva-Yo Dona que estudié en 2013. Recuerdo que nos impartió una Masterclass en un tono muy áspero, casi impertinente. Mis compañeras salieron de esa clase asustadas y decepcionadas. Sin embargo, a mí me provocó una reacción totalmente opuesta. Me enamoré de su forma de trabajar y de su coraje para decir exactamente lo que pensaba en cada momento. En ese momento, decidí que quería entrevistar al gran Lorenzo Caprile para mi programa en CEUMEDIA. Añoro la capacidad de decisión que me brindó la televisión digital del CEU para acercarme a algunos de los artistas que más he admirado y entrevistarlos. Fue un auténtico sueño.
El savoir fair de Lorenzo Caprile
Con motivo del vigésimo aniversario de la firma, entramos en el taller de Lorenzo Caprile. El modista no necesita desfilar en pasarela ni presentar colecciones para ser uno de los máximos exponentes de la alta costura en España. Tampoco necesita acciones de SEO, SEM o redes sociales. Su trabajo habla por sí solo.
Sus vestidos son «piezas únicas para momentos muy determinados». No siguen un estilo concreto. Son creaciones que se adaptan a la personalidad de cada una de sus clientas. De tal manera, que cuando se miren al espejo, se vean «espectaculares». A Lorenzo Caprile no le importa que su clienta llegue al taller con una idea o un boceto de lo que quiere. Él se encarga de detectar lo que realmente le va a sentar bien. Su trabajo es una mezcla perfecta entre Psicología y Arte. De ahí, que el modista trabaje principalmente para bodas y alfombras rojas, creando piezas en las que la calidad y la belleza son lo más importante. De hecho, uno de sus trabajos más famosos fue el vestido de boda que diseñó para Carla Royo-Villanova.
Heredero de la época de esplendor de la moda española
El taller de Lorenzo Caprile está situado en el ilustre Barrio de Salamanca, en Madrid. Es un revival de los grandes talleres de moda de los años 50 y 60. Es un taller artesanal, en el que el propio Caprile supervisa desde el principio hasta el final el proceso de fabricación de cada uno de sus vestidos. Por eso, no aspira a sobredimensionar su taller, ni a tener proyección internacional. No podría asistir directamente al proceso creativo de cada vestido. Y es que, como él mismo declara: «Prefiero ser pequeño y artesanal a ser un asalariado».